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Día del boxeador: Firpo, el primero

Hoy se recuerda el “Día del Boxeador” en la Argentina en homenaje al primer gran ídolo que tuvo el pugilismo nacional Luis Angel Firpo y su recordada pelea, la primeraa del Siglo XX, ante Jack Dempsey el 14 de setiembre de 1923, en el Polo Grounds de Nueva York, ante 80.000 espectadores. Más allá de saludar a todos los boxeadores de nuestro país debemos recordar ese día histórico para el deporte nacional  

Redacción
14/09/2022 13:04
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Hoy se recuerda el “Día del Boxeador” en la Argentina en homenaje al primer gran ídolo que tuvo el pugilismo nacional Luis Angel Firpo y su recordada pelea, la primeraa del Siglo XX, ante Jack Dempsey el 14 de setiembre de 1923, en el Polo Grounds de Nueva York, ante 80.000 espectadores. Más allá de saludar a todos los boxeadores de nuestro país debemos recordar ese día histórico para el deporte nacional  

Sólo hay un boxeador en la historia del boxeo mundial cuya memoria ha quedado grabada –más que por su trayectoria, su técnica o su patético apodo– por una sola pelea, recordada como la más devastadora de los pesos pesados de todos los tiempos; pelea que para colmo le dieron por perdida en un pésimo arbitraje que lo consagraría como el ganador moral (por contrario imperio) ante la opinión pública imparcial y la prensa seria de los Estados Unidos.

Claro que ese combate fue por el campeonato mundial de los pesos pesados, cuyo titular era nada menos Jack Dempsey, “The Big Jack” (el grande), que venía reinando desde hacía siete años. El desafiante, casi tan desconocido como su país, para poder enfrentarlo debió dejar en la lona, en impresionante sucesión de peleas, a una decena de los mejores púgiles norteamericanos de esa categoría.

Cierto, además, que su fama no la lograría por su dominio del arte de la defensa ni por su técnica pugilística, sino por su pegada demoledora y su coraje indomeñable, que en los rings norteamericanos vendría a sustituir a su mismísimo apellido, y que sería para él lema de combate, definición de su capacidad de lucha y recuerdo indeleble en la historia del boxeo.

“The Wild Bull of the Pampas”, “El Toro Salvaje de las Pampas”, fue el nombre que le impuso, pero en las palabras inglesas más agresivas, Damon Runyon, un renombrado cronista del boxeo norteamericano, al ver sobre el cuadrilátero a ese hombre de aspecto impresionante –desnudo, cubierto de sangre, con las greñas chorreándole sobre la frente ceñuda– insistir en sus embestidas implacables, con la cabeza baja y una bravura indómita ante un rival que lo castigaba sin clemencia hasta caer finalmente vencido.

Contra lo que ocurre con la mayoría de los boxeadores célebres, poco ha trascendido de los comienzos de Luis Ángel Firpo, su niñez, su adolescencia y las fatales circunstancias familiares y sociales que impulsarían esa vocación por el más antiguo de los deportes. Y ante la ignorancia general de datos que nos ayuden a pintar su biografía, debemos remitirnos a aquella “pelea del siglo” para saber de las cualidades excepcionales de ese luchador de raza que fue Firpo, quien, nacido en la provincia de Buenos Aires, dijo haber recibido de maestros mendocinos, cuando el boxeo estaba prohibido en Buenos Aires, los pocos recursos técnicos que le permitieron dejar en la lona a esa seguidilla de poderosos púgiles norteamericanos.

Lo insólitamente veloz de la carrera de Firpo, en un país extraño que era la meca del boxeo mundial, se debe a aquellas peleas que no sólo sugirieron al cronista deportivo del New York American el nombre que inmortalizaría al púgil sudamericano, sino las tres peleas que le ayudaría a explicar tan rápido ascenso.

El comentarista Runyon las descubrió en los combates con Bill Brenna (ídolo de Chicago y digno rival de Dempsey), con un promisorio Jack MacAulife (que para el ex campeón James Corbett era el pesado más completo que había visto en los últimos veinte años), con el sargento Hommer Smith (famoso por su dureza y a quien no obstante Firpo mandaría quince veces al suelo). Sin dejar de lado otro combate simbólico, con Jess Willard, el corpulento ex campeón de todos los pesos que debió poner fin a su carrera ante la contundencia de los puños del argentino.

¿Y cuáles habrán sido, por fin, las aptitudes de Firpo descubiertas en aquellas peleas? La primera, la agresividad, afianzada por una valentía sin flaquezas; luego un poderío físico sin precedentes en la historia del boxeo, poderío de golpazos contundentes, más instintivos que técnicos, y por último, una capacidad de reacción que lo llevó a salir airoso de los peores riesgos, convirtiéndolo de atacado en atacante.

Todas esas aptitudes o cualidades, Firpo las pondría en juego en aquel enfrentamiento épico con Dempsey, que la historia del boxeo recordará como “la pelea más devastadora de los pesos pesados de todos los tiempos”.

 

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