Europa ha tratado de mantener durante el mayor tiempo posible la ficción de que se podía vivir un verano relativamente normal, entre otras cosas para dar oxígeno a los maltrechos sectores turísticos y de ocio. Sin embargo, la multiplicación de casos está teniendo como consecuencia que cada vez más países adopten ―o estudien― medidas para sus ciudadanos, pero también para aquellos que vienen de fuera. Y España es por ahora uno de los más afectados. Noruega ha impuesto desde este sábado una cuarentena de 10 días a aquellos que viajen desde España, mientras que Francia ha pedido a sus nacionales que eviten desplazarse a Cataluña.
Bélgica ha ido más lejos y ha prohibido a sus ciudadanos viajar a Huesca, cuando el veto hasta ahora se ceñía a Lleida. Además, recomienda no desplazarse a Aragón, Cataluña, País Vasco, Navarra, La Rioja y Extremadura. El consulado de España en Bruselas ha advertido a través de las redes sociales de esta medida del Gobierno belga. Además, los viajeros procedentes de Lleida y Huesca deberán someterse a una prueba diagnóstica y aislarse, y se recomienda el test y el confinamiento a los pasajeros procedentes de las otras comunidades autónomas mencionadas y del resto de Aragón y Cataluña. Italia, por su parte, ha anunciado un aislamiento de dos semanas para todos los que provengan de Rumania y Bulgaria.
Además de refuerzos en las fronteras internas de la UE e incluso de la zona Schengen, como en el caso de Noruega, diferentes países están tomando medidas para aumentar el uso de mascarillas en el espacio público, como Francia o el Reino Unido, o han decretado un frenazo en seco de la desescalada como Bélgica, donde el número de infecciones ha subido en un 89%. Todos los países se enfrentan a los mismos dilemas: cómo mantener activa la economía, salvar lo que se pueda de la tambaleante temporada veraniega y permitir el funcionamiento de la agricultura, que necesita mucha mano de obra extranjera, sin que estalle de nuevo la transmisión comunitaria. El miedo es que se pase de los rebrotes más o menos localizados a la circulación descontrolada del virus y a la temida segunda ola, impulsada por las actividades veraniegas y agrícolas.
Pocas imágenes resumen con tanta contundencia el paulatino aumento de la prudencia en la mayoría de países europeos como la decisión de la región francesa de Nueva Aquitania (suroeste del país) de establecer en una localidad turística dos centros de pruebas de covid-19, para hacer test PCR (el más sofisticado) gratuitos a todos aquellos veraneantes que lo soliciten con resultados en 24 horas. Los dos se sitúan en la zona de Arcachon: uno, en la playa y el otro, en la estación de tren. La medida es consecuencia directa de lo que las autoridades regionales consideran “una evolución preocupante de la pandemia”, con 13 rebrotes actualmente activos frente a solo 3 el 10 de julio.
El portavoz del Gobierno francés, Gabriel Attal, explicó a la cadena France 3 el jueves tras visitar la carpa playera donde se hacían los tests: “Ahora estamos desarrollando una política que consiste en llevar las pruebas a los franceses y sobre todo a los veraneantes, cerca de las playas, cerca de las estaciones”. El ministro de Sanidad, Olivier Véran, ha pedido a los laboratorios que se movilicen para aumentar la capacidad de hacer pruebas, mientras que el Gobierno, con el apoyo del sector de la distribución alimentaria, ha convertido en obligatorio llevar mascarilla en cualquier espacio cerrado a partir del lunes. Desde este viernes, además, los viajeros provenientes de 16 países considerados de riesgo, Estados Unidos y la India entre ellos, serán sometidos a pruebas PCR en los aeropuertos.
Varios directores de oficinas turísticas costeras han explicado al diario Le Monde que reciben cada vez más llamadas de visitantes extranjeros que se preguntan si es seguro pasar las vacaciones en el litoral francés. La duda está en si encontrarse una carpa de test de coronavirus entre las sombrillas y los puestos de helados sirve para tranquilizar o, al revés, da la sensación de que la situación es cada vez más preocupante. El jueves los casos en Francia superaron los mil en las últimas 24 horas.
Alemania, uno de los países de la Unión Europea que mejor se han defendido contra el coronavirus, tomó este viernes una medida que va en el mismo sentido de la francesa: ofrecer test gratuitos en sus aeropuertos a las personas que provienen de países considerados zonas de riesgo, 130, ninguno de ellos de la zona Schengen, para evitar una cuarentena obligatoria de 14 días. La medida fue aprobada por los ministros de Sanidad de los 16 Estados federados junto al ministro federal, Jens Spahn. Los pasajeros procedentes de otras zonas podrán acceder también a un test gratuito, aunque no de forma inmediata en el aeropuerto, en un plazo de 72 horas.
“En Alemania hemos conseguido mantener cifras bajas, pero nos encontramos en un tiempo de viajes y nuestros compatriotas se mueven por el extranjero y el riesgo de introducir infecciones es muy alto”, dijo la responsable de Sanidad de Berlín, Dilek Kalayci, al dar a conocer el acuerdo. El Instituto Robert Koch tiene calificados como zonas de riesgo a un total de 130 países o regiones de alta incidencia de contagios, entre ellos Estados Unidos, Israel y Sudáfrica.
El Reino Unido también ha comenzado a tomar medidas ante lo que considera un preocupante aumento de los casos. La Oficina Nacional de Estadística calcula que en la última semana el número de infectados diarios por la covid-19 se ha incrementado de 1.700 a 2.800 aproximadamente. De momento, después de semanas de confusión en los mensajes procedentes del Gobierno, Downing Street ha impuesto este viernes la obligatoriedad del uso de mascarillas en comercios, supermercados, bancos, oficinas postales o terminales de autobús. Igualmente, su uso será obligatorio en restaurantes cuando se acuda a ellos para adquirir comida para llevar, aunque se podrá prescindir de la protección en sus mesas. Las multas por infracción podrán ser de hasta 110 euros.
El Gobierno del Reino Unido combina estos días una estrategia de desescalada con restricciones concretas en brotes localizados. Gimnasios o piscinas podrán finalmente abrir sus puertas este sábado, pero en localidades como Blackburn, Darwen, Luton o Leicester, donde se han detectado incrementos de infectados superiores a la media, deberán mantener las medidas de contención. El Ejecutivo de Johnson ha otorgado poderes especiales a las autoridades locales para ordenar cierres de establecimientos o confinamientos de zonas geográficas concretas de modo inmediato.
Aunque en Italia la situación está bastante controlada –se ha informado de 259 nuevos contagios el viernes–, el Gobierno ha comenzado a tomar medidas de repliegue después de varios casos importados y ha impuesto cuarentenas a los viajeros que provengan de Rumania y Bulgaria, ambos países miembros de la UE.
“El virus no ha sido derrotado y sigue circulando. Ese es el motivo por el que tenemos que seguir siendo prudentes”, ha señalado el ministro italiano de Salud, Roberto Speranza. Se trata de una frase que se puede aplicar al resto de los países europeos.
Noruega es el país que ha dado un paso más contundente dentro del espacio Schengen –del que forma parte, aunque el país nórdico no está integrado en la UE– y desde este sábado va a someter a todos los viajeros que vengan de España a una cuarentena obligatoria de 10 días. La zona Schengen, que permite la libertad de movimientos en su interior, se había mantenido hasta ahora abierta, aunque sí somete a severas restricciones fronterizas a prácticamente todos los países del mundo, con unas pocas excepciones, ya que solo 15 países se consideran por ahora seguros.
La medida “se aplicará a cualquier persona que llegue a Noruega desde estos países (España y Andorra) a partir de la medianoche del viernes 24 de julio”, según las recomendaciones de viaje actualizadas del Ministerio de Asuntos Exteriores noruego. Esta cuarentena permanecerá en vigor, en principio, hasta el 20 de agosto. El Instituto de Salud Noruego considera “de riesgo” a aquellos países con más de 20 contagios por cada 100.000 habitantes en las últimas dos semanas.
El ministro noruego de Alimentación y Agricultura, Olaug Bollestad, realizó unas declaraciones recogidas por la agencia Reuters que pueden resumir el creciente desconcierto entre los ciudadanos europeos ante los bandazos de la pandemia. “Los noruegos deben pensárselo mucho ante de viajar al extranjero porque un país marcado en verde puede convertirse en rojo rápidamente”, lo que significa que la cuarentena se convertirá en obligatoria.