El misionero católico, P. Pedro Opeka, conocido por su servicio a los más pobres en Madagascar, ha sido nominado para el Premio Nobel de la Paz de este año.
El primer ministro de Eslovenia, Janez Janša, anunció la nominación del P. Opeka para el Premio Nobel de la Paz 2021 por su dedicación a “ayudar a las personas que viven en condiciones de vida espantosas”.
El P. Opeka, de 72 años, es un sacerdote vicentino que ha trabajado con los pobres en Madagascar durante más de tres décadas. Fundó la asociación humanitaria Akamasoa (“buen amigo”) en 1989 como un “movimiento de solidaridad para ayudar a los más pobres de los pobres” que viven en los basureros.
La asociación ha proporcionado cuatro mil casas de material noble a personas y familias sin hogar y ha ayudado a educar a 13 mil niños y jóvenes desde su creación.
El Papa Francisco visitó la “Ciudad de la Amistad” de Akamasoa, que fue construida sobre un vertedero de basura en las afueras de la capital, Antananarivo, durante su visita apostólica a Madagascar en septiembre de 2019.
El Santo Padre agradeció la labor del sacerdote en favor de alrededor de 25 mil personas y pidió a los jóvenes que ayudan a la asociación a no bajar “nunca los brazos ante los efectos nefastos de la pobreza, ni jamás sucumban a las tentaciones del camino fácil o del encerrarse en ustedes mismo”.
Durante la visita, el Pontífice también recordó que el P. Opeka fue alumno suyo en la Facultad de Teología y agradeció al sacerdote y sus colaboradores “por su testimonio profético y su testimonio generador de esperanza”.
Pedro Pablo Opeka nació en Buenos Aires (Argentina), en 1948. Sus padres eran refugiados de Eslovenia que emigraron tras el inicio del régimen comunista en Yugoslavia.
A los 18 años ingresó al seminario de la Congregación para la Misión de San Vicente de Paúl en San Miguel (Argentina). Dos años más tarde viajó a Europa para estudiar Filosofía en Eslovenia y Teología en Francia. Luego pasó dos años como misionero en Madagascar.
En 1975 fue ordenado sacerdote en la Basílica de Luján y en 1976 regresó a Madagascar, donde permanece hasta el día de hoy.
Al ver la pobreza desesperada en la ciudad capital de Antananarivo, especialmente en los vertederos de basura, donde la gente vive en cajas de cartón y los niños compiten con los cerdos por la comida, decidió hacer algo por los pobres.
Con ayuda enviada del extranjero y el trabajo de la gente de Madagascar, fundó aldeas, escuelas, bancos de alimentos, pequeños negocios e incluso un hospital para atender a los pobres a través de la asociación Akamasoa.
Madagascar es uno de los países más pobres del mundo y durante la pandemia de coronavirus el P. Opeka ha trabajado para ayudar a las familias que han caído aún más en la pobreza como consecuencia de las medidas preventivas para evitar los contagios de COVID-19.