El sueño gimnasista se sostiene en cuatro pilares: juego colectivo, templanza, fortaleza mental y auto convencimiento en las fuerzas propias.
Este equipo se planta en cualquier cancha demostrando la riqueza de sus atributos y minimizando las eventuales falencias propias de un juego entre rivales calificados.
Gimnasia y Esgrima, además, se fue reconstruyendo a sí mismo en momentos clave de un campeonato tan complejo como lo es el de la Primera Nacional.
Hubo un punto de inflexión en aquel encuentro frente a Colón, en Santa Fe, y por todo lo que significaba: es cierto que el resultado desfavorable (0-1, cerca del cierre) provocó el natural desencanto, pero también sirvió como metro patrón para marcar que se estaba ante la gran posibilidad de recuperarse a través de dar vuelta la página y demostrar que las virtudes internas le podían ganar a los interrogantes propios.
El final de la fase regular ya había dado pruebas de que el potencial del equipo se sostenía, pero que nunca podía relajarse sea dónde, cuándo y la circunstancia que fuere.
De hecho, no fue sencillo superar a Estudiantes de Caseros en el inicio del Reducido, pero se lo logró.
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La confirmación de que Deportivo Madryn iba a ser el próximo escollo, inclusive con ventaja deportiva para el rival, fue el punto máximo desde el punto de vista confrontativo, sobre todo porque había que definir la llave en calidad de visitante.
Y he aquí, en el "Legrotaglie", donde el juego de ida por los cuartos de final fue significativo en todo sentido: no solo lo deportivo dentro de la cancha, sino también en de qué manera encarar un choque trascendente y hacerlo con impronta de campeón.
La prueba de fuego fue cómo rebatir el golpe inesperado del gol recibido a poco del inicio y no sólo se lo consiguió, sino que además la diferencia se amplió con ese 3-1 tranquilizador en casa.
En la revancha, la concentración para no caerse colectivamente en baches propios del juego, fue el arma provocadora de que la autoestima haya estado por las nubes en el "Abel Sastre" para fortalecerse como el equipo más sólido del momento en la divisional.
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Se venía San Martín de Tucumán, el qué más había sumado en la fase regular, pero Aldosivi ya le había descubierto el talón de Aquiles en aquella primera final en el "Gigante de Arroyito".
De hecho, fue hasta vergonzoso cómo el albirrojo tucumano se plantó en el Parque haciendo tiempo, fingiendo lesiones y cortando el trámite del juego ante el "mensana" a cada rato. Por algo, todos los medios del país dieron al arquero Darío Sand como figura.
Los días siguientes transcurrieron con el natural modo tensionante, aunque también con la certeza de que la clasificación en la "Ciudadela" había dejado de asomarse como un hecho imposible.
Lo demás, es historia conocida: el propio planteo táctico del entrenador Ezequiel Medrán se fue alimentando con la solidez del conjunto en todas sus líneas y sin flaquear en este aspecto en ningún momento del encuentro.
Agregado al espíritu combativo para plantarse frente al "ciruja", la tremenda victoria en campo ajeno fue el justo premio al equipo que supo cómo manejar la pelota y los tiempos hasta consumar definitivamente su gran objetivo.
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El blanquinegro fue una conjunción de inteligencia, astucia y serenidad para establecer su patrón de juego. Y ésto, sin que haya decaído en ningún momento el nivel de respuesta colectiva ante un contrincante ya resignado a que la superioridad gimnasista era contundente en cualquier sector de la cancha
La seguridad que ofrece Matías Tagliamonte, más la zaga central con Diego Mondino y Maxi Padilla, junto al desdoblamiento en defensa/ataque de los laterales; Federico Torres y Matías Recalde desactivaron zozobras en la faz defensiva.
En zona media, la capacidad de Ignacio Antonio para pararse por detrás de la línea del balón y, desde allí, distribuir juego, también sumó al equilibrio del conjunto. Tanto Jeremías Rodríguez Puch como Fermín Antonini y Gastón Espósito sumaron sus respectivos aportes para colaborar en zona defensiva y soltarse en función de ataque ganando metros con control de la pelota y determinación en el último pase. Arriba y, a su manera, Luis Silba y Nicolás Romano siempre se las arreglan para marcar la diferencia.
Los complementos que aportaron Nicolás Rinaldi, Aaron Spetale y Nahuel Barboza fueron otra prueba de cómo el cuerpo técnico supo regular en qué momento y función ir aplicando variantes para robustecer el plan general.
Con este presente, la familia gimnasista sigue esperanzada en este hoy tan fructífero que se advierte en cada rincón del club que preside Fernando Porretta.
Se viene la excusión a Córdoba para enfrentarse a San Martín de San Juan y los sueños de todo el pueblo blanquinegro se elevan y reproducen cada vez más.
Es que no hay casualidades...sino que HAY EQUIPO.