Veíamos las imágenes televisivas cuando enfocaban a Carlo Ancelotti durante el primer tiempo: impasible, sereno, pensante y sin un rictus de una mueca sobreactuada, sabiendo que las cámaras iban a centrarse en él.
Real Madrid había sufrido la estrategia de su oponente, con esas diagonales desde los laterales en dirección a la medialuna del área o el punto penal.
Borussia Dortmund sorprendía a todos, menos al inoxidable Thibaut Courtois y, desde ya, al pensativo DT.
En solamente 15', el vestuario trocó zozobras por certezas de cómo manejarse ante un rival con hambre de gloria para destronar al candidato eterno en lo que va del siglo XXI.
Sin cambios de jugadores, sino con ideas claras y convencimiento grupal, el itálico provocó que la fortaleza mental apareciera en el centro de la escena, sin presiones ni reproches.
Eso es ser un CONDUCTOR de grupo -así, en mayúsculas-.
Si hasta tuvo la deferencia de reemplazar a Toni Kroos y Vinicius en los momentos justos para ser ovacionados por sus fans.
Un notable líder, sin vueltas.
Para nada sencilla es la tarea que en el ambiente del fútbol se conoce como "manejar el vestuario".
En esa vida interna que transcurre en el día a día, la constelación de estrellas que anida en el club históricamente más ganador de todos los tiempos en el alto plano internacional implica una estrategia para evitar que se desmorone el equilibrio entre pares.
El director técnico demuestra que ha sabido domar egos individuales hasta transformarlos en combustible para que el proyecto colectivo se sostenga sin fisuras.
De hecho, Ancelotti centra su rol comunicativo interno sin exhibicionismo ni pavoneándose con la cosecha exitosa de máxima categoría.
Y este modo de manejarse también es una señal clara para cada componente de la plantilla "merengue".
La reacción en el segundo tiempo del duelo disputado en Wembley puede catalogarse como una resurrección.
Modificaciones tácticas en vez de cambiar a los protagonistas de la primera etapa, en una palabra, por lo que aumentó la confianza de cada individualidad, que sacó lo mejor de sí mismo cuando más lo necesitaba para torcer el caudal de juego que demostraba Borussia Dortmund.
Soltar a Carvajal, todo un símbolo madrileño, para que se proyectara por su lateral - defensivamente cuidado por Valverde - fue también un signo de darle más presencia a los referenciales, como también le sucedió a Courtois, Kroos y Vinicius, mientras Bellingham reordenaba la zona central con más protagonismo de Camavinga.
Psicológicamente, además, hubo superioridad en el último cuarto de hora del segundo período y dos goles en nueve minutos obraron como devastadores para la resistencia del BVB.
Ya en los festejos, el entrenador que ganó siete Champions League -dos como jugador y cinco como DT- mantuvo su bajo perfil exteriorizando su felicidad, pero nunca atribuyéndose el 100x100 de la conquista.
Sencillo, cerebral y comunicativo, "Carletto" lo hizo de vuelta...una vez más.