Julio Ozan Lavoiser disertara acerca de Moral, Cultura y Política.
Acerca de Julio Ozan Lavoisier
Nació en 1940 en Mendoza. Perteneciente a una familia tradicional de esta provincia. Recibió, desde niño una esmerada educación. En su juventud pasó por las Universidades de Derecho en Córdoba; después estudió filosofía en la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza y de Aix-en-Provence en Francia, pero no conforme con las estructuras de los estudios académicos, hizo su propia búsqueda en una vida muy rica en experiencias y estudiando los autores de acuerdo a las mismas y a sus inquietudes personales, siguiendo así su propia dinámica.
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De acuerdo con su constante propuesta de cultivar una vida heroica, altruista y proyectada hacia lo Trascendente, navegó durante 12 años a bordo de un viejo velero de madera.
Junto a Vito Dumas, comparte la cantidad increíble de más de 50.000 millas marinas (equivalente a dos vueltas al mundo) record que sólo Dumas disfruta (pues es reconocido como el más destacado navegante solitario de la historia), ya que Julio carece y siempre careció de prensa, pues además de su vida retirada es un hombre muy reservado. Esa cantidad de millas marinas fueron cubiertas en distintas direcciones y sin descanso. “Nadie ha flameado nuestra bandera durante tanto tiempo y por tantos lugares como este navegante” decía la revista Náutica Argentina, en la que Julio publicó algunos artículos.
El director de esta revista, Sr. Borsone escribió de él un elogioso artículo donde lo llamaba “el poeta del mar,” por las condiciones rudimentarias en las que navegaba, y pedía que le enviaran unas velas (que nunca recibió) pues tenía que reparar las velas de algodón (y el resto del velero) constantemente.
A bordo de sus pequeños y viejos veleros de madera: Terral, Vito Dumas (que así bautizó en reconocimiento a este navegante) y Principito (esta vez para rendir homenaje a Saint Exupéry, a su velero que era único gemelo del de Dumas), recorrió lugares en épocas en las que pocos conocían nuestra bandera, él, embajador solitario, gozó de reconocimientos en numerosos puertos.
Los distintos anfitriones no podían creer que un hombre solo en su velero diminuto y restaurado por él mismo, pudiera haber resistido el embate del océano y los vientos durante tanto tiempo. En Papeete, Tahití, por ejemplo, fue homenajeado por las autoridades locales. El diario local decía en el título: "Ils ne savais pas naviguer" ("No sabían navegar").
También salieron, él y su hermano, en la TV porque habían rescatado a una familia que una tormenta había dejado aislada en una isla del archipiélago de Tuamotu. En Fidji, Julio y su hermano Pepe, fueron invitados al Royal Suva Yacht Club, por ingleses, neozelandeses y australianos, como miembros de honor y donde se hizo una celebración en su nombre, donde corrió el champagne y pusieron la bandera argentina del velero en el salón. En Estados Unidos Julio fue homenajeado varias veces, en Texas, (por el presidente de la Exxon); en California, en Los Ángeles y San Francisco y en Nueva Jersey, después de cruzar el Atlántico en solitario desde España. Estas hazañas físicas y del alma demuestran el equilibrio e integración de nuestro pensador.
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Acerca del libro “Las Raíces de la Moral”
He llegado a la convicción de que nada es más necesario en estos tiempos que la moral, pues es la que estructura tanto la personalidad individual como la de los pueblos.
Si bien es cierto que esta Ética que aquí presento forma parte de un sistema filosófico, no es una de sus ramas sino, su sabia misma que va desde sus raíces hasta sus frutos, por ello puede ser experimentada, aplicada y vivida; y esto es lo que entiendo por una filosofía vital.
Yo no creo en las teorías ni a las personas que no se fundamentan en una vida moral; lo real, en los seres humanos, no es lo racional, sino lo moral.
Este sistema, pues, está alimentado por dicha savia espiritual, pues las filosofías sin espíritu no dan frutos y, como los árboles sin savia, terminan por ser estériles y quedarse sin vida; por grandes e imponentes que sean.
Dos aspectos o estadios básicos de esta moral hemos de tratar aquí: uno, el fluir de esa savia, otro, el camino que nos conduce a sus raíces; sin la conciencia del primero no se puede llegar al segundo.
Como este fluir es permanente, también debe serlo nuestra vigilancia, y ésta consiste en refractar todos nuestros pensamientos y acciones en la conciencia moral; en esta vigilancia reside fundamentalmente el autoconocimiento. Una vez munidos de éste, y sólo entonces, podemos emprender el segundo estadio, el conocimiento de Las Raíces de la Moral.
La moral es una ciencia del espíritu que tiene un sentido práctico, utilitario, externo, y un sentido interno que concierne sólo a la conciencia. La primera tiene como objetivo la relación armónica con los otros seres y el mundo, la segunda, la interna, tiene como destino encontrar el origen y esencia misma de la moral, esto es, de la conciencia.
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Si no se alcanza este conocimiento y destino, la moral práctica ha de tener siempre falencias y se mezclará con las utilidades egoístas; es lo que ocurre en la inmensa mayoría de los seres humanos y por extensión en las sociedades; de ahí las desavenencias, desacuerdos, riñas, guerras, etc., que, como sabemos, son y han sido parte cotidiana en el quehacer humano.
He insistido en toda mi obra sobre la necesidad de complementar con técnicas espirituales el camino hacia lo Trascendente, pero no pasan éstas de ser complementos, mientras el conocimiento de la conciencia moral es la herramienta y el motor para ese propósito, es la referencia indispensable para ordenar y dirigir dichas técnicas. En efecto, ninguna meditación, contemplación o ejercicio podrá llevar a dicho objetivo si no están todas las cuentas saldadas en la conciencia moral; todas, repito desde nuestras travesuras infantiles hasta las pequeñas mentiras que han tenido por objeto un beneficio personal (hay también ocasiones en las que mentir es saludable a la conciencia). Es la conciencia moral, en fin, el tamiz y la puerta por donde debe pasar todo aspirante a lo Trascendente.