El actor Alfredo Alcón leyó la carta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar para el programa Vida y Vuelta que conducía el historiador Felipe Pigna.
Un hecho histórico, para recordar a uno de los más grandes periodistas argentinos, víctima de la Dictadura militar, que hoy hace 45 años tomó el poder en la Argentina para sembrar el terror.
EL 24 de marzo de 1977, cerca del mediodía, Walsh envió por correo a las redacciones de los diarios argentinos y a corresponsales de medios extranjeros el texto, donde denunciaba el plan que los sectores dominantes venían preparando desde hace mucho tiempo y habían puesto en marcha con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, y con el inicio de la dictadura militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional.
Un día después, mientras se alejaba del buzón caminando por la calle en la esquina de Humberto Primo y Entre Ríos, fue interceptado por un grupo de tareas militares perteneciente a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada). Cuando percibió el peligro, Walsh resistió el secuestro con su pistola calibre 22 corto. Logró herir a uno de sus atacantes, pero recibió una ráfaga de ametralladora que lo dejó moribundo. El grupo de tareas se lo llevó en un vehículo, y desde ese día integra la lista de los desaparecidos argentinos.
El primero en publicar la Carta abierta, fue Tomás Eloy Martínez, el domingo 24 de abril, en el suplemento Papel Literario del diario El Nacional de Caracas, donde vivía exiliado.
La confirmación de que el reconocido periodista terminó sus vidas a manos de la dictadura y que fue llevado a la ESMA, fue dada por un exdetenido y sobreviviente al genocidio allí perpetuado: Martín Gras.
“Ese día, cuando esperaba en el banco, noté que había un clima raro. Había excitación, tensión, no era la rutina más o menos normal del sótano de la ESMA. No supe hasta mucho después, que ese día era 25 de marzo”, relató el hombre durante una charla, años después, en el mismo lugar donde había sido detenido.
Gras logró la última imagen de Walsh luego de que se escondiera de un baño, ante la orden de “desalojar” el lugar donde yacían otros detenidos. El hombre tuvo el valor de simular salir de esa pequeña habitación y pasar por sobre el cuerpo, a quien identificó al instante, a pesar de llevar los antifaces de tortura que le aplicaban a los secuestrados.
“Miré por arriba de los ´anteojitos´ y me vi, casi cara a cara, con Rodolfo. Era el cuerpo de Rodolfo, desnudo de la cintura para arriba. El pecho estaba partido por una ráfaga de balas”, expresó.
Pero pocos pueden dudar de que, en realidad, Walsh sabía de su destino luego de haber firmado esa última y valerosa carta. Hacía poco, su hija –Viky- se había suicidado frente a una encerrona militar. Y toda resistencia político y social, aplastada ante el silencio de vastos sectores e instituciones del país.