Por DARÍO LOPÉRFIDO / La única variable que atraviesa la totalidad de la cosa pública en Argentina es la corrupción. Esto ha sido así desde siempre y en algunos momentos de la historia esa lógica se aceleró.
Los kirchneristas llevaron esa practica hasta el infinito. El Estado Argentino, muchos Estados provinciales, las instituciones públicas y las empresas públicas tienen como elemento unificador la corrupción.
Luchar contra la corrupción es difícil porque el sistema de solidaridades entre los corruptos y las ramificaciones de un sistema desquiciado favorecen al que se corrompe y perjudica al que quiere investigar la corrupción.
La gran diferencia de otros momentos de la historia con el kirchnerismo fue que los K se dedicaron a la completa apropiación del Estado.
Esto sucedió bajo los gobiernos encabezados por Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y Alberto Fernández.
En esos periodos se adaptaron las estructuras para la corrupción. Las consecuencias de esa historia nefasta se ven ahora: explotan casos y no hay estructuras eficientes para prevenirlos.
Hoy vemos en todos los ámbitos cómo la resistencia a algunos cambios tiene que ver con defender negocios de la política. Cuando la CGT se moviliza es porque defiende negocios; cuando algunos radicales como Lousteau o Yacobitti se movilizan por las universidades, en realidad, defienden sus negocios.
Cuando algunos defienden lugares como Télam tienen que saber que defienden un sitio corrupto.
Las legislaturas provinciales, como nos recordó el caso "Chocolate" Rigau, tienen como principal fin los negocios de políticos.
Cuando la política no dice nada del disparatado nombramiento de Ariel Lijo para la Corte es porque muchos políticos saben de la ventaja comparativa de contar con jueces que los cubran cuando hacen tropelías.
La corrupción no tiene ideología y uno de sus capítulos más amargos es cuando se roba el dinero de los pobres.
Eduardo Belliboni y sus secuaces en el Polo Obrero tienen que enfrentar la justicia por facturas "truchas" y por la aparición de montos grandes de dinero en la casa de uno de ellos.
Junto a esos descubrimientos nos enteramos (siempre lo presumimos) de cómo estos sátrapas tenían un sistema de castigos y multas para la gente humilde que no asistía a las marchas piqueteras: el colmo de la indignidad.
El lugar de pretendida superioridad moral que tienen los gerentes de la pobreza irrita mucho más cuando nos enteramos de los desastres que hacían con dinero de los pobres.
Todo se convierte en una caja política. Grabois da cátedra acerca de la pobreza y nos enteramos que manejaba (con alguien de su organización) un fondo fiduciario llamado FISU (Fondo de Integración Socio Urbana). Según la denuncia, este fondo solo habría concretado 400 obras de las 6.517 asignadas y en los últimos años de Alberto Fernández se le habrían entregado cerca de 1000 millones de dólares.
La denuncia habla de gastos en campañas políticas y viajes entre otras cosas. También una planta de empleados enorme cubierta mayoritariamente por militantes de la organización de Grabois.
En la Argentina hay 60% de gente en la pobreza y los dirigentes piqueteros usan el dinero que el Estado asigna para los más humildes en aparatos políticos, viajes y en el enriquecimiento personal de dirigentes.
No hay peor gentuza que los dirigentes que malversan el dinero de los pobres.
Durante el Gobierno de Alberto Fernández se llegó al punto máximo de impunidad de los grupos piqueteros con el dinero para el gasto social.
Había piqueteros que reclamaban y piqueteros en cargos gubernamentales. Todo armado para la corrupción de los aparatos políticos.
El Gobierno de Javier Milei tiene como prioridad arreglar la economía. Es extraordinario como la mayoría de la gente entiende que arreglar la economía es lo más urgente y sigue apoyando al Gobierno en medio de un duro ajuste.
La sociedad argentina cambió definitivamente para desconcierto de muchos políticos moldeados por años de populismo.
Lo que debe prevenir el Gobierno es que la inocencia y la mala praxis lo fuercen a cometer errores.
También debe considerar que el kirchnerismo se dedicó a colonizar áreas enteras del Estado y desde adentro le pueden hacer trampas.
Los episodios sucedidos esta semana con los alimentos no repartidos pueden tener que ver con ambas cosas: inocencia en la gestión y traiciones desde adentro de oficinas del Estado.
La clave de la gestión es focalizarse en la economía y tratar de lidiar con estructuras estatales que, muchas veces, no responden a los funcionarios actuales y tienen terminales de distintos dirigentes del PJ.
Hace uno días murió el padre de Magali Morales, la joven que salió en bici a buscar comida para sus hijos, y apareció asesinada en una celda durante la cuarentena medieval de Alberto Fernández.
El señor murió esperando Justicia. Todavía hay ciudadanos sufriendo por las decisiones de un Gobierno que hacia fiestas y negocios con vacunas mientras se encerraba a los ciudadanos y se asesinaba gente.
Cuando hay gente que se pregunta porque tantos apoyan y tienen paciencia con este gobierno hay que recordarles el infierno del que se viene.
(*) - Ex secretario de Cultura y Comunicación de la Nación, ex ministro de Cultura porteño y ex director del Teatro Colón.