Se encuentran en los faldeos orientales de la Cordillera Principal perteneciente a los Andes a 27 km de la villa cabecera de Malargüe, en las vertientes del Cerro del Algodón y sobre la margen derecha del río Malargüe
Por Jorge Sosa / Mendoza te cuenta
Hay que buscar su origen en las erupciones volcánicas ocurridas en el Plioceno. Escalan hasta los 2.000 m y toda la zona se caracteriza por la presencia de bardas cortadas a pique. El agua y el viento, con sus fuerzas erosivas, le han dado una morfología singular. Es un lugar de mucha belleza, apreciado por los turistas. Tiene en sus laderas cuevas (algunas imponentes) que atesoran antigua presencia humana. Fue designado reserva provincial porque la intención es conservar los ambientes medios del río Malargüe que proporciona agua potable a la ciudad, agua de riego para los cultivos y es el aporte principal del humedal de Llancanello.
La vegetación es rala, se compone de arbustos (molles y chirriaderos) y pastos xerófilos (tupe y coirones). La continua presión del hombre ha hecho que desaparezcan especies animales que fueron patrimonio de la zona, entre ellos choiques, guanacos y zorros colorados. Pero aún subsisten vizcachas en la tierra y cóndores y águilas moras en su cielo. En lugar se han encontrado (se siguen encontrando) muestras de cerámicas, puntas de flechas, chaquiras y restos óseos de los antiguos asentamientos humanos.
Pero por encima de su belleza significativa el sitio se hace notorio por su nombre. El Pincheira que nombran los castillos fue José Antonio Pincheira. Usó el lugar como refugio de su guerrilla montonera realista y como centro de acción de sus correrías. Pero los Pincheira fueron varios. La familia estaba compuesta por los seis hijos de Martín Pincheira: Antonio, Santos, Pablo, José Antonio, Rosa y Teresa. Los hermanos mayores ejercieron la jefatura del grupo combatiente hasta que la muerte se llevó a Antonio y Santos, y Pablo debió soportar la insurrección de sus hombres. Entonces el mando recayó en José Antonio. Con él la acción de la banda de los Pincheira tuvo poder, penetración e influencia.
Después de los triunfos de las armas patriotas (Chacabuco y Maipú) el sur de Chile quedó desorganizado y prácticamente bajo control realista. Se produjeron estallidos de violencia social y anarquía, sobre todo en la provincia chilena de Concepción. Guerrillas de uno y otro bando aprovecharon el momento de descontrol para saquear. Los hombres de otros hermanos, los Carrera, del bando patrio, cometieron muchos abusos con la población civil y esa fue una de las causas del fuerte sentimiento realista que subsistió en el sur del país hermano. Proliferó el bandidaje de ambos bandos y también de salteadores sin bandera, que actuaban por cuenta de sus propios intereses.
Muchas veces, estas bandas contaron con el apoyo fundamental de las tribus araucanas. Los hermanos Pincheira comenzaron a hacerse conocidos a partir de 1817. Eran originarios de la zona de Parral, al norte de Chillán. Antonio, el mayor, combatió en Maipú del lado de los realistas. La primera acción del grupo fue el intento de asaltar Chillán en agosto de 1817. La partida inicial apenas contaba con doscientos hombres, con el tiempo el número fue aumentando y lo hizo significativamente con sus aliados nativos: pehuenches, huiliches, pulchanes, chacaicos y angolinos.
Rara vez concentraban al grueso de sus efectivos, estos usualmente actuaban en partidas autónomas, solo en caso de una gran operación conjunta o para resistir una ofensiva del gobierno republicano se juntaban en un mismo lugar. Eran auténticas «guerrillas montadas» que combinaban tácticas irregulares con móviles, aprovechando lo aprendido durante la Guerra del Arauco. Los Pincheira fueron aliados del caudillo de la resistencia española más conocido y nombrado: Vicente Benavídez, sostenido y financiado por el Virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela.
Benavídez les confió a los Pincheira el control del área cordillera del territorio que controlaba. Asaltaban, saqueaban y raptaban mujeres a cambio de recompensa, aunque el ganado era su presa mayor. Desde 1822 entraron en alianza con caciques pehuenches que les permitieron asentarse a ambos lados de la Cordillera. En el territorio argentino se establecieron en los Valles de Varvarco y el las lagunas de Epulafquen (actual territorio de Neuquén), en Mendoza en la zona que estamos describiendo. La lugar no solo les servía de refugio y de núcleo de sus estrategias, también les servía para engordar el ganado robado antes de pasarlo a Chile.
Los hombres de los Pincheira llegaron a malonear junto a las tribus pampas (ranqueles y vorogas) en Carmen de Patagones y Bahía Blanca, también en las cercanías de San Luis, sur de Córdoba y sur de Santa Fe, y hasta planearon un ataque a la ciudad de Buenos Aires. La banda, alimentada por realistas refugiados, nativos y bandidos en busca de su oportunidad, se transformó en un temor constante para los habitantes de la frontera sur de nuestra entonces república. A fines de 1828 grupos indígenas acompañados por hombres de Pincheira atacaron las estancias de San Carlos, Tunuyán y Tupungato. Aprovechando que el gobierno de Mendoza había descuidado su frontera sur para enviar tropas a Córdoba en ayuda de los ejércitos federales, las fuerzas de Pincheira entraron a la ciudad de Mendoza el 10 de julio de 1829, obligando al gobernador, Juan Rege Corvalán a firmar un tratado de paz (“El Tratado de San Juan”) por medio del cual, a cambio de la paz, José Antonio recibiría ropa, pertrechos, dinero, el grado de Coronel y el cargo de Comandante General de la Frontera Sur. La guerrilla entonces era rica en oro.
Pero Pablo Pincheira no aceptó el acuerdo firmado por su hermano.
La guerrilla se dividió y perdió fuerzas definitivamente. La habilidad diplomática de Rosas logró quitarles el apoyo de Vorogas y Ranqueles y ya la guerrilla no tuvo la gran importancia que había logrado en otros tiempos. Rompiendo el acuerdo de su aliado los caciques pehuenches Coleto y Mulato emboscaron a una incursión de mendocinos y cometieron la acción que aún hoy es recordada como “La Tragedia de Chacay”. En ella asesinando a Corvalán y al reconocido Juan Agustín Maza. Fue el 11 de junio de 1830.
Decidido a terminar definitivamente con el azote de los Pincheira, el chileno General Bulnes tomó por sorpresa el campamento pincheirista de Roble Huacho (al sur de Temuco) atrapando y fusilando a Pablo Pincheira y a sus subordinados. Cruzó la cordillera y en territorio de Neuquén arrasó con los pincheiristas de este lado en la Batalla de las Lagunas de Epulafquen. José Antono escapó hacia el Atuel pero al fin se entregó. Fue contratado para trabajar en la hacienda del presidente chileno José Joaquín Prieto y murió como un pacífico anciano.
Los Pincheira fueron el último bastión realista en América del Sur.
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