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A 10 años de su muerte, el legado poético que dejó el Flaco Spinetta

A una década de la partida del “Flaco”, algunas razones que convirtieron al gran músico argentino en una figura que trascendió el rock

Redacción
08/02/2022 15:26
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“Sólo lo difícil es estimulante.” La frase es un verso del poeta cubano José Lezama Lima. Y si hay un músico que en el mapa del rock argentino está cortado por esa vara es el siempre recordado –y muy difícil de imitar– Luis Alberto Spinetta.

Diez años de ausencia implican una década donde nos perdimos la oportunidad de seguir sorprendiéndonos por esa facilidad y felicidad con que nos invitaba al descubrimiento de planetas, ese don de estirar las oportunidades que cobija la canción en formato rockero.

Porque Spinetta se permitió correr los límites, procurando dar con nuevas formas y materiales si se trataba de complejizar como de tallar las posibilidades de componer rock en castellano.

Eco risueño. ¿Les sucede a ustedes que cuando escuchan una canción como “El libro de la buena memoria” de Invisible, resuena el eco risueño del Luis Almirante Brown de Peter Capusotto; y que todo ese estallido poético en “Pues, yo te escribiré/ Yo te haré llorar/ Mi boca besará/ Toda la ternura de tu acuario” se ve asediado por la cursilería con que empantanó a ese gesto de Spinetta nuestro último gran capocómico?

Si algo distingue a Spinetta de todos sus émulos –es llamativo el grado de incidencia en la obra de muchos sub 30/40 entre el rock y el rap, desde CatrielLuca Boccci y El Príncipe Idiota a AcruEmanero Mir Nicolás– es que hay algo en su puesta que se imbrica entre las posibilidades de la lengua y el lenguaje musical; un procedimiento que se cuaja en el otro, formándolo y deformándolo, dando pie a otra cosa, a otro horizonte.

Algo inseparable, inaudito. “Yo uso las palabras como música”, le dijo a Eduardo Berti en Crónica e iluminaciones (Editora AC, 1988). La letra y la música en un todo imposible de escindir. Las palabras atadas a un hilo invisible. Como si fuese una piedra sin tiempo.

Y la voz, los vericuetos, los parloteos, la templanza de esa voz. Porque Spinetta no sólo es un imaginario, una búsqueda y una estrategia, sino también la voz, el summum de una voz. Ese suspiro que se movía entre algodones y gliptodontes, esa estela de luz que se balanceaba sigilosamente

Actitud de vida. “Vía Spinetta accedo a leer poesía: ArtaudBaudelaire Rimbaud vinieron de la mano del rock. En ese momento, el rock te vinculaba con otras cosas. Es decir, la cultura rock existía mucho más. El rock no era sólo una música sino que también era una actitud de vida”, dice Daniel Melero en Ahora, antes y después.

Por una biografía posible (Derivas, 2012), libro de mi autoría. Spinetta fue el puente a la poesía para muchos. Esto no quita que el Flaco, para aquellos que rehuían de su música (sin ignorar su respeto o su incomprensión), fuese un letrista enmarañado y rebuscado.

1995. Este año vio la luz la primera reedición de su único libro de poemas, Guitarra negra, lanzado por Ediciones Tres Tiempos en marzo de 1978. Es decir, pasaron diecisiete años para que un sello tomase la posta. La Marca, editorial de Guido Indij, fue quien dio el paso.

Este humilde servidor, que colaboraba en aquellos días con esa casa editora, fue el de la idea. En estos días, volví al libro y noté algo que se me había olvidado por completo: el Flaco cambió totalmente la “advertencia”, la introducción del texto

Si el original venía con una firma enigmática (G.P.) y nos adelantaba con qué nos íbamos a topar (“En este libro ningún verso se asemeja al otro, todos tienen diferente forma, cada uno de ellos realiza su propia cosmogonía; transmite con particular elocuencia sus imágenes”), en la nueva edición el propio autor (subrayada la palabra en negrita e itálica) recalca en minúscula y sin punto final:

“Como nadie tiene conciencia del ‘control’ de los manuscritos y aún de existir dicha conciencia ésta no intervendría en mi obra sino como referencia simbólica a la licitud de la temática propongo que se olvide cada palabra a medida que ella se lea”. Una máquina de olvidar.

Puntos flacos. Molesta un poco cuando se le buscan puntos flacos al Flaco: el disco infumable que grabó en Estados Unidos, la admiración (inentendible) por Gino Vannelli, el machismo de “Nena boba” o de “Me gusta ese tajo”; la fascinación por el jazz rock; la lectura poco académica de Michel Foucault; la discografía desde Los Socios del Desierto en adelante…

 

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