Una sociedad acostumbrada al paternalismo del Estado podrá aceptar que se le prohíba todo aquello que se considere nocivo para la vida o la salud, pero lo más probable es que el asunto siga existiendo pese al cambio de una ley. Eso sí, los acomedidos protectores de turno estarán tranquilos impidiendo antes que ideando reales soluciones de fondo.