Se aproximaba enero de 1817, el mes que San Martín consideraba ideal para el cruce, pero aún faltaban víveres, pólvora, armas y otros enceres que le había prometido Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Había que viajar con alas a Buenos Aires a buscarlos y volver volando.