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Inflación más baja, precios muy altos, ciudadanía en protesta

Que la inflación baje a un dígito, no significa que los precios bajen; es que suben un poco más lento. Baja de inflación, no es baja de precios. Por el contrario, los precios están tan inalcanzables, que podrían estancarse porque nadie compra. Con salarios jibarizados y mínimos, el poder adquisitivo está fuertemente dañado.

11/05/2024 21:55
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Por Roberto Follari, Especial para Jornada

  Todos los índices económicos son negativos: caída de la producción, caída del consumo, decrecimiento económico anual, importaciones limitadas, salarios enanos, tarifas elefantiásicas. La suba de precios del transporte es vertical, inalcanzable. La del gas, la han demorado apenas por un mes. La de la electricidad da ganas de volver a usar velas.

  En una entrevista de Milei con la BBC, la periodista no repitió la sumisión de algunos voceros locales. Preguntó repetidamente por el hambre y la caída económica de la población. Las respuestas fueron confusas, y en un caso Milei apeló a que “los salarios le están ganando a la inflación”, un bonito slogan que no se condice con la realidad. Quienes compran cada día en los almacenes o los supermercados, saben que no es así. Preguntado el presidente por cuánto sale un litro de leche, no supo responder: no está informado de la economía en su dimensión familiar y doméstica, allí donde se juegan las angustias de la población.

  Una población que salió con todo a la protesta del jueves. El paro nacional fue muy exitoso, más de lo que esperaban sus propios organizadores. Es cierto que algunas de las pocas personas que fueron a trabajar en la CABA respondían desafiantemente “yo trabajo porque le hace bien al país, así saldremos adelante”. También lo es, que el paro del transporte impidió trabajar a algunos que querían hacerlo. Pero llamó la atención que varios respondieran “estoy de acuerdo con el paro, yo trabajo porque no puedo perder el día”: y que en sitios como Mendoza aunque hubiera transporte casi normal y negocios en parte abiertos, la calle estaba desierta como en feriado. Hubo docentes en las escuelas -si bien un tercio de los mismos hizo huelga en la provincia-: pero casi no hubo alumnos, la actividad escolar fue poco más que nula.

  Se mostró un sordo descontento social, una especie de molestia que aún no encuentra palabra. Mucha gente ha apostado a este gobierno y está desconcertada, un tanto perpleja ante el fracaso económico y la penuria creciente. Es notorio que muchos quieren creer que esta es la antesala de un futuro exitoso, como promete el gobierno: pero también hay muchos que ya perdieron la paciencia, y otros que están en algún punto de confusión y quiebre de sus convicciones.

  El casi 50% que votó contra el gobierno tiene ahora poderosas razones para la molestia y la protesta, y va creciendo en número y en potencia. Desde la marcha universitaria, la luna de miel de Milei ha terminado. Y ya los argentinos descontentos son más de la mitad del país.

  Mientras, la economía no encuentra el rumbo. Empieza a hablarse de posible salida del ministro Caputo. La insólita pretensión de pagar a las empresas de energía con bonos a 14 años, fue desestimada de plano por dichas empresas, que obviamente no comen vidrio ni quieren papelitos en vez del dinero que les deben.

  El gobierno tiene deudas con medio mundo, así se mantiene el superávit. No se ha pagado a las energéticas, tampoco a los importadores. Menos aún se tiene con qué cubrir los próximos vencimientos de la deuda externa. Nadie le presta a la Argentina: los antecedentes de Caputo en ello son desastrosos -fue quien tomó la enorme deuda de Macri con el FMI que luego “se voló” hacia fuera de Argentina-, y la condición jurídica para el futuro no brinda ninguna seguridad. La situación social es tensa, nadie sabe si la paz social puede garantizarse con índices de pobreza e indigencia crecientes.

Cuándo será 25 de mayo

  El gobierno necesita la ley Bases para exhibir en el publicitado Pacto de mayo, que ya luce problemático: difícil que el proyecto se llegue a aprobar rápido en Senadores, donde se ha empantanado severamente.

  Hasta en el canal hiperoficialista de tv nacional, una de sus periodistas se despachó diciendo la verdad: que el remanido Pacto no tiene ninguna importancia real o estratégica, que es apenas un acto retórico de propaganda, que allí no se decide nada, que son 10 puntos con expresiones de deseo amplias y vacuas. Igual el gobierno apuesta a ese teatro, a un escenario donde simbolice el concitar amplio apoyo de gobernadores y de provincias a su gestión.

  Sin la ley aprobada, se desluce la propuesta. Por otro lado, los gobernadores patagónicos harían una convocatoria propia y previa, para mostrar un afán federalista que se desentiende de la convocatoria del gobierno nacional, y que ejerce su representatividad política sin regalarla. Confrontan a un gobierno que los extorsiona con no darles las partidas presupuestarias elementales si no votan en su favor.   

  No han faltado situaciones llamativas en el Senado. Como fue el Secretario de Energía de Milei confesando que no ha leído un artículo del proyecto de ley: artículo que forma parte del proyecto que él fue a defender. No se le pedía que hubiera leído todo el mamotreto: sólo su parte específica. Pero no: no lo había hecho. Cuando el senador Parrilli le preguntó cuál es el costo del barril de petróleo en la Argentina -costo a la salida del pozo-, el funcionario alegó no saberlo. En consonancia con el presidente sobre el precio de la leche, el gobierno desconoce lo elemental.

  Lo cierto es que la ley -que es un enorme conjunto de leyes disfrazadas como una sola- tiene problemas por muchas partes. El retorno del impuesto a las ganancias -impuesto sobre el salario- molesta a los gobernadores patagónicos, ya que allí los salarios tienen un importante “plus”, y el impuesto los podaría fuertemente. Los poderes especiales al presidente, se darían a quien llamó “ratas”, “delincuentes” y “ladrones” -entre otras lindezas- a los mismos legisladores que se los pueden otorgar, y contra quienes esos poderes se podrían volver en el futuro. Las privatizaciones (el caso de Aerolíneas Argentinas es paradigmático) no convencen a todos. Los cambios en lo laboral empeoran las condiciones de los trabajadores, sin -en muchos casos- servir a que pudieran aumentar las inversiones. Y un párrafo aparte merece el RIGI, reglamento para las grandes inversiones extranjeras.

  Nadie entiende cómo ese capítulo pasó por Diputados sin ser cuestionado. Es escandaloso: las grandes inversiones extranjeras tomarían estas condiciones…¡¡por 30 años!! No necesitarían pagar tantos impuestos como los empresarios nacionales. No tendrían condiciones que cumplir: se pueden llevar las ganancias sin límites, no tienen obligación de reinversión en el país, no están compelidos a contratar empleados argentinos, ni a comprar equipos o tecnologías en nuestro país. Una ganga total. Si llega a haber problemas o conflictos, no se dirimen en la justicia argentina sino en tribunales internacionales. Es una total abdicación de los derechos argentinos, un cumplimiento de la idea del presidente de que los grandes capitalistas son héroes a los que debemos subordinarnos, mientras la Nación y el Estado serían ficciones despreciables. En nombre del reino del mercado, el RIGI -si se impone- es la entrega lisa y llana de las materias primas argentinas a manos extranjeras.  

  Pero ya hay aviso al respecto, y la discusión se ha iniciado. El Senado se está tomando el tiempo que corresponde, y difícil que la ley salga antes del esperado 25 de mayo. El sol del 25 vendrá asomando sin los grandes fastos que se esperaba para el pacto. Al menos, la ley parece que no estará: y si estuviera, será mucho más cambiada de lo que  está respecto de esta segunda versión iniciada en Diputados (recordar que ya vino con menos de la mitad de artículos que la versión inicial frustrada en esa Cámara).

  Y que nadie crea que los inversionistas van a llover si se aprueba ese proyecto antinacional que es el RIGI. Cuando estas inversiones se ejercen son predatorias, atacan el ambiente y agreden a las poblaciones donde operan. El resultado -hay experiencia previa en Panamá, por ej.- es que con ley y todo, la población puede oponerse luego y expulsar a quienes vienen a expoliarla. Y nadie dirá que la Argentina tiene una población sumisa y pasiva, dispuesta a tolerar tranquilamente su desquicio social.

Trenes rigurosamente descuidados

  El abandono de lo estatal por el gobierno se hizo notar el día viernes con una tragedia que afortunadamente no incluyó muertes: pero al menos 100 heridos fue el resultado del choque de trenes en Palermo, en vías del Ferrocarril San Martín.

  La investigación permitirá saber los detalles y deslindar las responsabilidades más directas: fallaron las señales, se habla del robo del cableado. Lo cierto es que en una gestión que hace del abandono del Estado una bandera, una situación de este tipo no deja de ser esperable. La única preocupación detectable del gobierno en el tema ha sido la de subir ampliamente las tarifas.

  Nadie puede prever en detalle una situación así: la responsabilidad política no es puntual e inmediata. Pero sí existe: ciertamente la gestión de lo público está presentada con desdén en la actualidad, con lo que se promueven el descuido y la indiferencia.

  ¿Con el gobierno anterior los trenes estaban mejor? No lo sabemos: pero la tragedia ocurrió ahora, y no con el gobierno anterior. Las responsabilidades recaen sobre la gestión actual. Es ridícula la pretensión de la tv gubernista, que en vez de hablar de lo ocurrido, pretende que hay que volver a hablar de la tragedia de Once, ocurrida hace doce años. Es puro disimulo de lo sucedido ahora, y es tratar de esconder el presente.

  Vimos a una familiar de los siniestrados en Once, hablando de que “no hay que politizar el hecho”: lo cual dejó notar que ella había participado de politizar lo ocurrido en Once, pero quería que hubiera ahora otro rasero. Doble vara muy obvia: ahora parece que hubiera que hablar de un problema “técnico”, y abandonar toda referencia a las responsabilidades políticas, las que fueron exhibidas hasta el cansancio en el año 2012.

  No faltó quien aprovechara para proponer privatizar el ferrocarril. Siempre es una discusión posible, pero no para dar en medio de esta situación de stress y angustia colectiva. Porque en lo que a seguridad de los viajeros importa, nada garantiza que un privado lo haga mejor: ni que el Estado sea capaz de vigilar a los privados, cuando en este caso se ha mostrado incapaz de controlar lo propio.

  El curso de los días irá esclareciendo por vía de la investigación. Pero por ahora, baste con entender que los dichos desde el gobierno de que hay que acabar con el Estado, no son sin consecuencias. Una gestión que no dio respuestas cuando el dengue, que no las dio cuando las inundaciones, no las da a la hora de manejar el ferrocarril. Es contradictorio hacer buena gestión de lo estatal, cuando se quiere aniquilar lo estatal.

  De cualquier modo, el presidente está en sus propias preocupaciones. Fue a ver por segunda vez a Elon Musk, haciendo un nuevo viaje personal sin representación del Estado argentino (si bien ha sido pagado por nuestro Estado, del que tanto se reniega). Se opuso finalmente a presentar su libro en la Rural, tras gran ruido mediático. Su biografía -hecha por el reconocido escritor de derechas Márquez- concitó a no más de 30 personas en la Feria. Y el libro del presidente, ha sido momentáneamente retirado de circulación por la edit. Planeta: es que se ponía allí el dato falso de que Milei se habría recibido de licenciado en la UBA -lo fue en una privada-, y de que tendría realizado un doctorado, lo cual no es cierto. La realidad no es como las redes: no puede afirmarse cualquier cosa como si fuera verdad. Ni cabe atacar a las universidades para no darles  presupuesto, pero cobijarse bajo su prestigio cuando conviene.

 

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Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista Diario Jornada.

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